La plataforma Evangelio, Justicia y Derechos Sociales, en la que está integrada la Parroquia de la Preciosa Sangre junto a otras 42 organizaciones católicas actualmente, ha venido reflexionando sobre las próximas elecciones europeas, como fomentar la participación activa en la construcción de una Europa más social y de los ciudadanos.
El documento alerta del cambio que se ha producido en los últimos años, cambiando del Estado del Bienestar en un sistema de Economía social de mercado, hacia una lógica neoliberal globalizada. Introduce las reflexiones de la Iglesia, en favor de la solidaridad, las relaciones internacionales basadas en la equidad y hace unas propuestas en la línea de construir una Europa más abierta al mundo, más social, más democrática y participativa al servicio de sus ciudadanos.
El fruto de esta reflexión es la siguiente:
El rapto de Europa
Desde mediados del siglo pasado, Europa puso en marcha una comunidad no sólo económica sino también política, inspirándose en el modelo de Economía Social de Mercado, que combina el principio de libertad económica con la necesidad de intervención del Estado en la economía para conseguir un orden social más justo. Este modelo ha permitido desplegar el Estado de Bienestar y ha logrado establecer la paz entre los países europeos.
Pero en las últimas décadas este proyecto europeo ha sufrido la acometida de la lógica económica neoliberal. Para estos, la intervención del Estado que preconizaba el proyecto europeo suponía un poderoso freno a sus intereses. Poco a poco las políticas neoliberales parasitaron el proyecto europeo poniéndolo al servicio de otros objetivos. En vez de crear un poder ejecutivo supranacional que controlara la economía europea, se aseguraron de que ningún poder democráticamente elegido pudiera condicionar los mercados financieros. Así se está generalizando un modelo en el que todo es objeto de marcado, incluso los derechos sociales básicos.
Destacamos algunos mecanismos que han hecho posible este cambio de rumbo: Se otorga una absoluta independencia al nuevo Banco Central Europeo y se le encomienda un único objetivo: controlar los precios, olvidándose de promocionar una política económica orientada al crecimiento y al empleo.
El Tratado de Maastrich-1992 estableció que son las entidades financieras privadas las que han de financiar a los Estados, no los Bancos Nacionales ni el Banco Central Europeo. Esta medida ha hecho, por ejemplo, que la deuda pública del Estado español esté hoy casi en el 100 % del nuestro P.I.B. Mientras que si se hubiera financiado al interés del Banco Central Europeo estaría en el 14 %.
El texto de la Constitución Europea-2005 reflejaba una clara desconfianza hacia el poder político democrático que habría de regular el gran mercado. Atribuir rango constitucional a esas políticas era un modo de convertir en legales numerosas disposiciones y prácticas de corte claramente neoliberal
La llegada de la crisis económica junto con estas medidas está haciendo posible el desmantelamiento del Estado de Bienestar, primero en los países de la periferia europea, pero poco a poco también en los países centrales. El mismo presidente del B.C.E., Mario Draghi lo ha proclamado: “El modelo social europeo está muerto” (“Wall Street Journal”, 23-2-2012)
Se ha acuñado una expresión para esta sumisión de la mayoría a los intereses de una minoría: democracia “acorde a los mercados”: “La elaboración del presupuesto del Estado es una prerrogativa fundamental del Parlamento, pero ese democrático ha de estar en conformidad con las exigencias del mercado”, decía A. Merkel en Septiembre de 2011
El sueño de un gobierno europeo, capaz de hacer frente a los mercados e impulsar políticas al servicio del bien común se ha desvanecido. Nos encontramos con la llegada a Europa de lo que se ha denominado “la Gran Desigualdad”, que está multiplicando las diferencias de renta entre clases sociales. La mayor parte de las rentas del crecimiento van a parar a una reducidísima minoría mientras la gran mayoría de la población ve sus rentas estancadas o incluso reducidas.
Últimamente en sus previsiones de mejoría económica, confunden la recuperación de las tasas de ganancia de las inversiones capitalistas con el nivel de vida de la clase trabajadora y las capas medias de la población. En realidad este nivel de vida lejos de mejorar, sigue empeorando, con destrucción de empleo, degradación de las condiciones de trabajo y derechos laborales, acumulación de deudas, deterioro de la educación y la sanidad…
Orientaciones cristianas
Entre los fundadores de Europa muchos desarrollaron una praxis cristiana de la vida y de la vocación política. Y las orientaciones cristianos estuvieron, junto a otras, en el origen de medidas que garantizaban la combinación de la libertad económica con la intervención del Estado en la economía.
Juan Pablo II recogía en 2005 algunas de estas orientaciones: “Europa no puede encerrarse en sí misma. No puede desinteresarse del resto del mundo. Debe convertirse en parte activa en la promoción y realización de una globalización de la solidaridad … con la convicción de que los mercados tienen que ser controlados por las fuerzas sociales y por el Estado, de manera que se garantice la satisfacción de las exigencias fundamentales de toda la sociedad” ( “Ecclesia in Europa” 112)
También Francisco ha recordado últimamente: “Al Estado compete el cuidado y la promoción del bien común de la sociedad… Desempeña un papel fundamental en la búsqueda del desarrollo de todos, que no puede ser delegado,” (“Evangelii Gaudium”, nº 240) “Los habitantes de una nación desarrollan la dimensión social de sus vidas configurándose como ciudadanos responsables en el seno de un pueblo, no como masa arrastrada por las fuerzas dominantes. El ser ciudadano fiel es una virtud y la participación en la vida política es una obligación moral” (id. 220)
Y las Comisiones de los Episcopados de la Unión Europea proponen ante estas próximas elecciones (religiondigital, 11-4-2014): “El número de «nuevos pobres» está creciendo a un ritmo alarmante. Hemos de hacer lo posible para que todos accedan a un reparto más justo de los bienes. El principio de solidaridad debe gobernar las políticas en todos los niveles de la UE, entre las naciones, las regiones y grupos que constituyen la población. Tenemos que construir un mundo diferente, presidido por la solidaridad. Lee el resto de esta entrada »